Después de sopesarlo
en reuniones, cartas,
llamadas telefónicas,
y silencios mutuos,
acordamos dar el paso
de lanzarnos al abismo,
el que se llena de luciérnagas
a la hora del ocaso.
Así bajamos lentamente,
y caímos de pié, iluminados,
prestos para el combate
en el fondo negro donde
rugen las panteras.
© Beasturí
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